Por María Isabel Uribe Velasco
Psicóloga Clínica.
2022, siglo XXI.
María se levanta todos los días. Ella tiene que ir a trabajar y la empresa donde lo hace, necesita que se despierte a las 4 de la mañana para llegar a tiempo a su jornada de 9 horas. Antes de salir de su casa, va a la cama donde duerme su hijo de 12 años, le da un beso, y se va. Regresará alrededor de las 8 de la noche, ya que saliendo de ese trabajo irá a la cenaduría, su segundo trabajo. María dice que es la única manera para sacar los gastos de la casa y familia, y que su hijo ya tiene edad para cuidarse solo.
Alfredo y Lucía tienen 20 años de casados. Los dos trabajan y han podido comprar casa, y carro. A sus dos hijos les compran todo lo que desean y necesitan…piensan que ellos son felices. Han pasado desde pequeños la mayor parte del tiempo entre guarderías, y en actividades deportivas y artísticas. Ya consumen sustancias y tienen 14 y 16 años.
Lupita vive con sus abuelos. Cuando tenía 5 años su mamá se fue, no sabe bien a donde (ni el por qué). A veces su papá regresa a visitarla, y por lo general, le quita el dinero a su abuela. Lupita trabaja desde los 12 años en lo que se pueda. A veces, cuando llega a su casa por la tarde y el papá está de visita, también le pide a ella dinero… y si no se lo da, la golpea.
Maricarmen tiene una cenaduría y dos hijas. Desde que llegan de la escuela, empiezan a trabajar cortando la cebolla o moliendo las salsas. Las tareas escolares las realizan hasta el final del día. El padre se fue hace mucho tiempo, tanto, que ellas ni siquiera lo recuerdan.
Alejandro tiene miedo, ya llega el fin de semana y por lo general, son los días que su papá ingiere licor hasta caerse de borracho. Cuando el padre lo ve, un coraje parece transformarlo y entre su estado de ebriedad y su enojo, cualquier objeto es bueno para pegarle. Alejandro de pequeño se orinaba con solo oírlo llegar. Actualmente ya tiene 16 años.
Nuestros niños y niñas que se transforman en jóvenes y después en adultos, ¿Hacia dónde irán?
Actualmente se habla mucho del tejido social y cómo éste se ha ido deteriorando. Esto quiere decir que nos hemos ido convirtiendo en un grupo de personas que no estamos respondiendo a las necesidades -físicas y psicológicas- que nuestra sociedad requiere para desarrollar individuos sanos emocional y mentalmente. ¿Qué nos pasó?, ¿Dónde quedaron aquellos hombres interesados en la educación y formación de sus hijos y aquellas mujeres que daban todo por ellos?
Y no estoy diciendo que las mujeres deban dejar sus tareas laborales o inquietudes de realización personal; o que los hombres decidan ahora convertirse en los padres emocionalmente afectivos olvidándose de sí mismos. No, nada más lejano a ello. Lo que deseo es que reflexionemos, tanto los padres de familia, los maestros y todos aquellos que tenemos relación con menores de edad, y formemos una sociedad en general que observe cómo favorecer su bienestar.
Los anteriores relatos no salen de un cuento. Yo les diría: “cualquier semejanza con casos de la vida real son totalmente verídicos”.
Tú y yo, ¿qué estamos haciendo para transformar la vida de nuestros niños y jóvenes?, ¿los escuchamos? los comprendemos? los apoyamos? Porque si no es así… ¿hacia dónde vamos?
Y solo deseo que todos tengamos una excelente vida.
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