por: Psicóloga Alejandra Molina
El inicio de cualquier cambio positivo en el ser humano siempre comienza con el cambio de pensamientos. Y el elemento más determinante en el tipo de pensamientos que predominan en nosotros, son las palabras que acostumbramos utilizar. No sé si lo habías pensado, pero las palabras que salen de nuestra boca todos los días son como semillas que vamos dejando en la tierra fértil de nuestra mente. Y así como algunas semillas germinan y otras se desintegran en la tierra y desaparecen, algunas de las palabras y frases que acostumbramos tener en nuestro pensamiento, las convertimos en realidad y otras simple y sencillamente desvanecen. ¿De qué depende que ciertas frases se vuelvan realidad? De la repetición y también de la fe con la que repitamos ciertas frases y afirmaciones. De ahí que a un niño que crece escuchando constantemente afirmaciones que digan: “Tú puedes, eres importante, cree en tu potencial, en ti está el poder de ser responsable”, tiene más posibilidades de tener un futuro exitoso, que aquél que crece escuchando: “Siempre te tengo que estar repitiendo las cosas, eres un irresponsable, un mal hecho, no sé qué harías sin mí, eres un desordenado”.
“Algunos científicos estiman que durante los años de formación de los niños, los padres de familia y la autoridad con la que conviven, dejan una grabación en la mente de los pequeños llena de frases que dura aproximadamente 25000 horas”.
Y muchas de estas frases viven en su mente por el resto de su vida. Esto significa que cientos de palabras que salen de nuestra boca en los años de formación de nuestros hijos, al paso del tiempo se convertirán en su realidad. Y lo más difícil, es que nosotros los padres no decidimos qué frases son las que germinarán en la mente de nuestros hijos; si las positivas o las negativas. Por si fuera poco, hoy en día todos los que tenemos hijos nos enfrentamos a un reto más difícil, debido al manejo inapropiado del lenguaje que existe en muchos medios de comunicación. Es decir, en nuestra infancia los medios de comunicación tenían prohibido decir groserías y gran parte de las frases ofensivas estaban se censuraban. Hoy en día, numerosos medios de comunicación han hecho del lenguaje ofensivo un estilo de vida. Y esto, definitivamente afectará en un futuro lo que nuestro niños creerán de si mismos . Hace unos años en una escuela me tocó escuchar una conversación entre dos alumnos de no más de siete años de edad que decían: “¡El año que viene ya vamos a pasar a tercero, vamos a ser de los grandes, y ya vamos a poder decir groserías!” “¡Sí, mi hermano que ya está en quinto sabe decirlas todas!” le contestó su amigo muy orgulloso. Era un orgullo para ellos poderlas decir, era símbolo de ser grandes, fuertes y especiales. Pero ninguno de los dos pequeños sabía que al paso del tiempo las palabras de menosprecio, como lo son las groserías, a menudo convierten en dudas que plagan la mente humana: ¿Seré suficientemente… fuerte… especial… próspero… inteligente… valioso, si todo el día mis amigos me dicen que soy un p#%&#$ g#$%&”?
Si queremos un país próspero, un futuro exitoso para nuestros hijos, comencemos por este años por cuidar lo que pensamos de nosotros, de nuestros amigos y de nuestros hijos, para que las palabras que salgan de nuestra boca siembren fe, confianza, amor, agradecimiento, paciencia y certeza en la vida de los que nos rodean. Y si en algún momento, el miedo, y la agresión quisiera apoderarse de ti te invito a utilizar una de mis preguntas favoritas. Ante este conflicto, ante esta situación difícil con mi hijo o con mi pareja:, “¿Qué contestaría el amor tan grande que siento por él?” Utiliza esta pregunta con frecuencia y verás que los lazos de confianza con tus hijos, incrementarán notablemente.
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