Por Liliana Fischer
En psicología, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona para adaptarse a situaciones difíciles y poder superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, la enfermedad, un accidente, pérdidas como el divorcio, el nido vacío, cambio de profesión, trabajo y/o residencia geográfica. La resiliencia es la herramienta que tenemos para afrontar la adversidad y adaptarnos.
Desde la Neurociencia, se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando así mejor la presión. La resiliencia se utiliza en la parte psicológica, emocional, física, social y espiritual.
Un claro ejemplo es Viktor Frankl, él buscó un refugio interno para mantenerse a salvo, encontró un propósito e hizo de esa meta un ancla a la que aferrarse. Nos comparte: “La conciencia del amor propio está tan profundamente arraigada en las cosas más elevadas y más espirituales, que no puede arrancarse ni viviendo en un campo de concentración”.
El concepto de la resiliencia tiene su origen en el mundo de la física y la ingeniería. Es la propiedad que tienen ciertos materiales a la hora de volver a su estado original, después de haber recibido un impacto o una perturbación (elasticidad).
Siendo psicoterapeuta psicoanalítico y arteterapeuta, me queda claro que el trabajo personal es básico. La introspección es necesaria para el autoconocimiento y la empatía es una característica necesaria en esta profesión. Para ser empático, primero tienes que conocerte, confrontarte, aceptarte, amarte y sentir tus emociones, al lograr empatía contigo mismo puedes ser empático con los demás.
En mi opinión y experiencia, la creatividad y su proceso acompañan, ayudan a trabajar y expresar las emociones en la adversidad. La comunicación clara y el diálogo reflexivo (en positivo), es una base importante para la capacidad de interacción tanto en el diálogo interno como en las conversaciones con los demás.
La iniciativa y la autenticidad de cada ser humano, es parte de lo que venimos a descubrir en el camino de vida. Cuanto más cercano está el YO real del YO idealizado, menos patología. El sentido del humor es un aliado que aminora la sensación de enojo, tristeza, dolor, ya que la emoción se expresa y se libera. Freud decía que los chistes eran una manera de sublimar. Como dice el dicho: “entre broma y broma la verdad se asoma.”
Boris Cyrulnik define la resiliencia como el inicio de un nuevo desarrollo después de un trauma. Nietzsche decía: «Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo». Frankl afirma que la dimensión espiritual del hombre, esta capacidad de autotrascenderse, de buscar un sentido fuera de él mismo, es lo que realmente define antropológicamente al hombre.
Aristóteles en su Poética, comparte que el arte supone catarsis, liberación, purga cognitiva y convulsión emocional. Abre mentes y sintoniza corazones, proyectándonos hacia el juego, la exploración y el conocimiento.
Kübler-Ross dijo: «La última lección que todos nosotros tenemos que aprender es el amor incondicional, que incluye no solo a los demás, sino a nosotros mismos.»
A veces, ninguna pesadilla puede ser peor que la realidad, sentimos que el infierno lo vivimos aquí y que no existe en otra dimensión; pero el buen vivir, la actitud, la creatividad y la resiliencia con que se confronta la vida y sus adversidades, nos prepara para el buen morir.
La literatura, el arte, la música, y la creatividad...tocan, sensibilizan, cuestionan y sanan al ser humano. Son herramientas importantes para la psicología. Simplemente un YO fuerte (real), con consciencia y sin juicio, solidifica la identidad propia y aliviana la adversidad.
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