Por: Javier Prieto Aceves
Esta columna viene siendo lo que los músicos llaman “Variaciones a un tema de” la genialidad de Daniel Salinas Basave escrito en su columna de INFOBAJA hace poquito. Cuando Daniel se dirige a los colegas, yo me sentí jubilosamente incluido, ello, por dos razones:
La primera, porque para Daniel, colegas, son todos los que pertenecemos a la especie humana de cuya infinita dignidad yo me siento partícipe. Soy humano, dijo el otro, y con esto quiero decir que poseo un alma distinta a la que pudieran presumir tener los animales, los vegetales y, no así, los minerales.
Colega, aunque parece ser una palabra femenina, pero no lo es; es incluyente: colegas son los masculinos y las femeninas: humanos, TODOS, sea cual fuere su sexo y su inclinación sexual. Humanos gramaticalmente incluyente no solo a hombres, sino también de mujeres, de cualquier edad, igual si son heterosexuales u homosexuales. No comprende, por ejemplo, a los animalitos, que, por más que los queramos, su alma no es capaz de hacerse preguntas ni de comprender alguna de las respuestas posibles. Su manera de ser es instintiva y no racional, no tienen capacidad de amar más allá de lo instintivo, ni tienen capacidad de decidir libremente, nada. Por más que los queramos no podemos ni debemos llamarlos colegas. Haciéndoles un favor, podríamos a lo más llamarlos “cuasi colegas”. Pero tal hipérbole forzada se parecería a aquella que repetían ciertos apasionados del pulque que a éste “le faltaba sólo un grado para ser carne”
No, por querendones que seamos de los animalitos, ellos no son colegas. Aunque me den ganas nada más al recordar a Greta, la pequeña pastora alemana que mi esposa rescató de la calle y que me acompañaba corriendo cuando yo todavía podía andar en bicicleta y que dimos en adopción a una excelente familia que la adora, porque no podíamos con dos perros, ella y a la vez el chihuahueño genial que llamábamos el Apolo II. No, aunque no podamos vivir sin ellos, ni son colegas ni podemos decir que son humanos.
En cambio, a los que exigimos y llamamos con toda propiedad nuestros colegas porque son tan humanos como cualquiera de nosotros es a nuestros camaradas (aquí se incluyen tanto masculinos como femeninos) con inclinación homosexual. Ni a título de broma nos permitimos ya afirmar de ellos la barbaridad que antes se decía: “que se les hace agua la canoa” No, incluso hoy reconocemos que es indigna la discriminación humillante e inhumana que los ha hecho víctimas y que, hoy, ya nadie debería seguir tolerando.
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En un segundo sentido, Daniel llama en su columna “colegas” a quienes, como él, o son artistas, porque escriben (aunque no sea con el talento de él) o porque cultiven alguna de las otras muy numerosas bellas artes. Aquí me sentí mucho más ancho como colega, porque yo también escribo, aunque sea en la Segunda División.
Por supuesto que, en este segundo sentido, debemos incluir también a varones y mujeres, sea cual fuere su inclinación sexual. Como Daniel, yo creo que ya ninguna persona inteligente se permitiría excluir de entre los colegas del Parnaso a ninguno de los artistas clásicos como Safo, García Lorca, Salvador Novo, ni a los que fueron mis amigos como José Antonio Alcaraz o Carlos Monsiváis. Entre los amantes de la música necesitaría ser muy bruto aquel que pretendiera excluir o discriminar a Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) o al maravilloso George Gershwin (1898-1937)
Yo, como Daniel, hasta que me muera nunca usaré el “las y los” que tanto gusta como moda política y que nos quieren meter a fuerzas con el calzador de lo políticamente correcto.
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