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La Recámara de las esperanzas. Maternidad a la distancia.

- Autoconocimiento.

por: Cristina Arias.



En el ciclo natural de la vida, nuestros críos permanecen con sus padres hasta que están listos para irse. Por lo general, de común acuerdo, salen a estudiar o trabajar fuera, se casan o se independizan, y es hasta entonces que se van.


Como padres, son épocas de sentimientos agridulces ya que el dolor de la ausencia es compensado por la satisfacción de la realización de los hijos. Para ellos, es toda una aventura salir del nido materno y experimentar. Hay un dicho popular que dice que “el que se va, con lo verde del camino se entretiene”.

“A veces las separaciones son inesperadas, o se dan antes del tiempo natural y cuesta mas digerirlas… definitivamente hay que procesarlas.”

Y no por el hecho de que los hijos ya no estén con nosotros (cualquiera que sea el caso) dejamos de ser madres. El lazo que nos une, a veces más largo y en otras más corto, siempre estará ahí.


En ocasiones, hay circunstancias ajenas a nosotras que nos impiden acercar ese lazo, cada caso es distinto. Lo que no cambia es que nos nutrimos de recuerdos del pasado y nos apoyamos en deseos futuros, esperanzadas apostándole al tiempo para reencontrarnos.

Y así, agradecemos a cada momento la existencia de esos seres que nos cambiaron por completo, que hicieron de nosotras una mujer distinta y que a pesar de la distancia, nos siguen provocando cambios, emociones y deseos; pasamos los días sin dejar de vivir y sin dejar de extrañar.


Así le pasó a nuestra amiga Victoria, sus hijos partieron inesperadamente antes del ciclo natural. En un inicio, ella no lograba mover las cosas que dejaron ahí y su recámara estuvo tal cual ellos la dejaron. La esperanza de que algún día volverían se mantuvo intacta, sus camitas, su ropa, sus juguetes y recuerdos.


Después movió sus cosas de lugar y eso la hizo tomar conciencia de que probablemente ya no volverían, sin embargo las volvió a instalar pero en diferente orden, seguía conservando la ilusión.


Hasta que se llegó el momento en que, con la mudanza, había que quitar por completo esa “recámara de las esperanzas”, había que tomar esa decisión que tanto le había costado.

Ahora, en su nuevo hogar ya no hay camitas ni juguetes, mas la recamara de las esperanzas la lleva siempre en el corazón.


Actualmente Victoria atesora cada recuerdo que tiene de ellos, disfrutó de la etapa más tierna de sus hijos, agradece a Dios y a la vida la oportunidad de haberse entregado y dedicado a ellos por completo. Sus hijos crecieron “llenos” de mamá y ahora ella los disfruta y los ve crecer a la distancia esperando el día de poder convivir con ellos en plenitud, manteniendo siempre limpia de resentimientos y recuerdos dolorosos la recámara del corazón.


¿Cuál es la recámara de la esperanza que tú tienes en tu corazón?

¿Quienes ocupan un espacio especial?


Te invito a que, así como ordenamos y limpiamos nuestra casa, también hagamos limpia de resentimientos, atesoremos los buenos recuerdos, pongamos en orden los hechos y nos nutramos del amor que fue, es y será, en sus distintas etapas, ese amor que no se va y que no tiene fecha de caducidad.


Honremos a nuestras madres donde quiera que estén, disfrutemos a nuestros hijos en la etapa que estén y conservemos siempre limpia la recámara de las esperanzas en el corazón.


Conócete, acéptate, ámate.

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