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Nuestros locos bajitos -parafraseando a Serrat-


Por: María Isabel Uribe Velasco ~ Psicóloga Clínica

 




Anahí tiene 14 años y mucha dificultad para hacer amigos y socializar. Durante la primaria y secundaria, cambió varias veces de escuela por petición de ella misma a sus padres, pues se burlaban mucho sus compañeros ya que ella tenía un sobrepeso importante.

Fueron muchos los momentos de llanto y tristeza. Las burlas la lastimaban profundamente. El cambio de escuela lograba mitigar un poco su sufrimiento, al menos por un tiempo. Tarde o temprano no faltaba un compañero nuevo que iniciaba sus burlas hacia ella y de ahí, varios miembros del grupo se unían al maltrato. El deseo de huir de Anahí se volvía una necesidad constante, hasta que los padres la cambiaban nuevamente de escuela. El ciclo se repitió y repitió. Siempre, nuevamente, buscando aceptación.

 

Luis de 12 años, tiene miedo de ir a la secundaria. Terminó su primaria con dificultades para ir a la par que sus compañeros. Siempre entrega al último los trabajos que pide su maestra. Así ha sido siempre. Ya no sabe qué hacer. Su mamá y papá lo regañan todo el tiempo, por eso no habla de sus miedos. Se siente diferente; no alcanza a entender por qué sus compañeros logran resolver los problemas de matemáticas mientras que para él son un caos…no entiende.

Piensa que él debe de tener algo mal, solo que le da mucho miedo y lo borra entonces de su mente. Toda esa situación le causa sentimientos de temor y tristeza, no tiene a quien platicárselos.

 




Martin tiene quince años. Desde la primera vez que ingresó a la escuela, se dio cuenta que sus compañeros lo veían como “raro”, no le era fácil acercarse a ellos y notaba que se reían de él. Volteaban insistentemente a verlo, escuchaba risitas, molestas que le causaban nerviosismo. Fue muy difícil el asistir a la escuela. Casi nadie le hablaba, las salidas al recreo siempre las vivía en solitario, deseaba tener amigos, pero si se acercaba a algún grupo de compañeros, lo volteaban a ver con desdén y antipatía.

 

Patricia estaba terminando la preparatoria. De nuevo enfrentaba problemas con la lectoescritura. Había aprendido a pasar el año escolar haciendo algunas trampas. Cuando tenía que presentar trabajos o tareas, por lo general le daba dinero a algún compañero que se encontrara necesitado y los hacía poniendo su nombre. Así llego a terminar la prepa y ya está viendo la posibilidad de entrar a la universidad. Así se lo piden sus padres, ella no quiere.

 

Estos jóvenes son reales, sus historias las he escuchado no una, sino muchas veces con diferente nombre y cara. La infelicidad es parte de su vida…en todos ellos.

Solo son unos cuántos los que llegan a consulta psicológica. Afortunadamente, en algún momento, los padres de estos menores se dieron cuenta que algo no andaba bien, de ahí su vida cambió…la de todos.

Revisemos, platiquemos y escuchemos a nuestros hijos. Son lo más valioso que tenemos. Sé que los padres pensamos que sabemos todo sobre nuestros hijos y, en realidad, no suele ser así.

Acerquémonos a ellos, miremos un poco más de cerca, escuchemos lo que dicen, interpretemos sus silencios. De esta manera, si ellos necesitan ayuda, quizá lo sabremos. 

 

Que tengan una excelente vida.

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