Por María Isabel Uribe V. / Psicóloga Clínica.
"Las conocí hace unos días. Me sorprendieron."
Les comento que, debido a mi trabajo, conozco a muchas personas; tengo ya 38 años trabajando como psicoterapeuta y diez más en otras disciplinas humanistas. Tengo una familia, muchas amigas…y pensé lo sabía todo. A veces sucede, parece que no habrá nada nuevo y hace unos días tuve la fortuna de encontrarme, una vez más, con la calidad humana.
Acudí varios días a grupo de mujeres entre 60 y 75 años, ellas amigas desde hace ‘muuucho’ tiempo. Al principio todo fue regocijo y alegría, estábamos festejando el cumpleaños de una de ellas. Todas fluíamos alrededor de las comidas, participando de una danza al realizar todo lo que tiene que ver en esas actividades sublimes, todas, cada una a su estilo y ofreciendo lo mejor de cada una. Así se cortaron los mangos y las piñas, las calabazas y los chayotes; los frijoles se cocían y se condimentaban para que todo se llevara a la mesa con los mejores sabores y deleitarnos con ellos.
Todas éramos parte. Nadie faltaba, nadie sobraba.
Cada una con una vida. Algunas viudas, otras solteras, algunas con un divorcio, otra casada. Todas fluyendo, compartiendo lo que éramos, lo que somos. En medio de música, cantamos a una sola voz las canciones de diferentes épocas y claro, los bailes no podían faltar. Cada una sin prejuicios, libres, contentas, auténticas, siendo quienes somos.
Después de unos días, entre la fiesta y paseos, una de ellas enfermó. Pude ver de repente la preocupación, pero también observé cómo todas nos uníamos para poder ayudar a la amiga y, de una forma casi mágica, la serenidad llegó y logró que se tomaran todas las alternativas posibles y de ahí, las acciones de apoyo para darle la atención que se requería. La fiesta se dio por terminada, más no así la calidez, el amor, y la generosidad de ellas entre ellas. Entre nosotras.
Últimamente escucho que hay muchas dudas entre nosotros y nuestra humanidad, pareciera que se forman equipos contrarios con tal necesidad de descalificarse, y en algunos casos, destruirse como si nos desconociéramos, olvidándonos de quienes somos.
Tuve una bella e inigualable experiencia, donde me di cuenta de los mejores atributos humanos: la generosidad, la igualdad, la empatía, la fortuna de poder contar con el otro y todo esto, en un concierto de vida y de amor.
Bendiciones para ellas.
Soy Psicóloga Clínica con un enfoque Humanista, y esta vivencia solo confirma lo estudiado y reconocido. Somos seres valiosos. Ojalá que lo tengamos presente, siempre.
Que tengan una excelente vida.
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