Malecón Aventurero
Por: Javier Prieto A.
“El agua se cristaliza
las luciérnagas se apagan
nada existe”.
“Ninguno irá
por este camino dos veces:
Crepúsculo de otoño”.
En poemas cortos denominados haikús que vienen del Japón, se encuentra también toda la realidad del misterio de nuestra vida. Soñamos apenas empieza el otoño. Nos miramos el alma cuando, a la mitad del camino, nos detenemos a mirar el paisaje.
Hay al respecto poemas cortos de gran impacto. Invitamos al lector a asomarse a este otoño que acaba de empezar. En los haikús transcritos podríamos valernos de la dialéctica Hegeliana para contraponer dos metáforas y luego percibir el embrujo de una síntesis maravillosa. Vimos claro que cuando el agua se cristaliza y las luciérnagas se apagan, nos quedamos mudos: “nada existe” Sentimos eso cada atardecer o anochecer especialmente en otoño: todos ellos son únicos.
Hay gente de buen gusto que en las raras tertulias bien logradas en las redes sociales nos propone lecturas y música que nos fascinan. Cada estación del año se presta para crear o recrear una estampa o, inclusive, un filme intimista que es contagioso para alguien a quien queremos o que nos quiere bien.
¿Cómo va la vida? La poesía, la música, la filosofía y hasta los ideales políticos pueden ser dignos de compartirse finamente. Lo más íntimo y entrañable de los ideales y los sueños puede proponerse inspiradamente. Y tratándose de la oración a Dios, no se diga: ÉL es el amigo, el mejor confesor, e inspirador y el mejor liberador y consolador. Casi todo puede compartirse sin romper nuestra intimidad, sin tirar las margaritas a los cerdos.
Algunos ejemplos más de intimidades compartidas en poemas cortos:
¿Oyes en medio del otoño/ detonaciones amarillas?/ ¿Por qué razón o sinrazón/ llora la lluvia su alegría? / ¿Qué pájaros dictan el orden de la bandada cuando vuela? ¿De qué suspende el picaflor su simetría deslumbrante? PABLO NERUDA, poesía XLVII: Es claro que la caída de las hojas amarilla presagia algo que se nos va a ir y que por eso nos entristece, pero también nos cautiva como el vuelo suspendido de un colibrí.
En el parque, yo solo… /Han cerrado / y, olvidado / en el parque viejo, solo/ me han dejado. La hoja seca, / vagamente, / indolente, / roza el suelo…/
Nada sé / nada quiero, / Nada… / Solo / en el parque me han dejado, /…y han cerrado.
Esta es una introspección de otoño que debemos a MANUEL MACHADO: Nos quedamos solos en el inmenso parque intimista y han cerrado.
Por otra parte, el poeta argentino LEOPOLDO LUGONES, se refiere al otoño así:
ROSA DE OTOÑO: “Abandonada al lánguido embeleso / que alarga la otoñal melancolía, / tiembla la última rosa que por eso / es más hermosa cuanto más tardía.”
“Tiembla... un pétalo cae... y en la leve / imperfección que su belleza trunca, / se malogra algo de íntimo que debe / llegar acaso y que no llega nunca.
“La flor, a cada pétalo caído, / como si lo llorara, se doblega / bajo el fatal rigor que no ha debido / llegar jamás, pero que siempre llega.”
“Y en una blanda lentitud, dichosa / con la honda calma que la tarde vierte, / pasa el deshojamiento de la rosa / por las manos tranquilas de la muerte.”
SAN JUAN PABLO II, en cambio, miró a la vejez como “la última estación de la vida”. Y todas las estaciones encierran paisajes del alma que son una aspiración perenne a la felicidad. Dios nunca muere…
¿Qué harás tú, lector, en este otoño como poeta de tu propia vida?
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