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Diciembre.

Por: Maria Isabel Uribe / psicóloga


El frío se siente, estas tardes donde el sol se empieza a despedir a más temprana hora, nos avisa que el invierno está ya próximo a llegar.

Muchas imágenes aparecen en mi mente.



Recuerdo con mucha claridad el inicio del cambio de estación, cuando ya se estaba yendo el otoño y un frío, que sabía a diciembre, se empezaba a sentir y con él llegaban las ilusiones infantiles. Los niños esperábamos con ansia estas fechas, ¿Qué sería lo que nos traería el Niño Dios, o Santa Claus o los Reyes Magos?; ¿Nos habíamos portado lo suficientemente bien para ser merecedores de recibir el preciado juguete que anhelábamos?

De niños, lo importante era saber que los regalos llegarían.

Recuerdo las posadas donde se cantaba la letanía, “♫ En el nombre del cieeelo, yo os pido posaaaada ♫”, en mi mano una vela que amenazaba derramar su cera y mamá enseñándome a inclinarla para que no me quemara.

¿Recuerdan ustedes todos esos momentos donde la felicidad era adornar un hermoso pino, poner el nacimiento, y luego vernos reflejados en una esfera? Salir a ver las luces de colores en las calles, las tiendas mostrándonos objetos que de solo verlos deseábamos llevarlos a nuestras casas, objetos llenos de fantasía convertida en realidad. El caso es que llegaba la navidad y con ello se nos regocijaba el corazón.

Los seres humanos vivimos de los recuerdos y los traemos al presente. Los tiempos, como ya lo he comentado antes, son muy importantes dentro de nuestra mente.

De ahí que esos momentos vividos no nos pertenecen ya solo a nosotros sino al inconsciente colectivo; lo que llamamos tradiciones, eso que año con año nos hace regresar a estas costumbres que vienen desde hace mucho tiempo atrás.

Y es que estas fechas nos despiertan muchas emociones, nostalgias de lo vivido, así como alegrías del presente para tomar con mejor ánimo el futuro.

También es cierto que la nostalgia nos embarga y extrañamos, tal vez más que nunca, a los que se fueron. Nos consuela ver a nuestros hijos, sobrinos y nietos, y entender la profundidad de la vida con sus esperanzas y sueños.

Entonces el mundo y nuestra vida nuevamente adquieren sentido, porque siempre existe la esperanza de que un nuevo momento llegue recuperándonos de tristezas y nos llene de felicidad.

Sí, esta tradición mueve nuestros sentimientos, emociones, que nos llenan el cuerpo y el alma.

Nos acerca a nuestra humanidad, a nuestra necesidad de ser queridos, o por lo menos así lo queremos experimentar. Cada navidad se presenta como una promesa de que la felicidad se puede convertir en luces de bengala, en estar con la familia, en abrazarnos y sentirnos unidos, así todo parece más fácil y mejor.

Les deseo una navidad feliz, y que nos sintamos profundamente queridos.

Después de todo, es el tiempo de ser Felices.


Que tengan una excelente vida, siempre es posible.

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